
Por Víctor Gómez
Esta semana tendré el honor de representar a Chihuahua en el “Simposio Latinoamericano de Biodiversidad y Cambios Climáticos”, en Foz de Iguazú, Brasil, para compartir una historia que nació con una visión local, pero que ya genera impacto global: Chihuahua Green.
Hoy que enfrentamos la ebullición global la sostenibilidad dejó de ser un lujo para convertirse en una urgencia. Pero no hay transición medioambiental sin transición cultural. Y eso es lo que hemos entendido en Chihuahua: la sostenibilidad no se decreta, se construye a través de la colaboración.
Chihuahua Green ha demostrado que, cuando se conectan las voluntades públicas, privadas, académicas y sociales, los cambios se aceleran. Nuestra plataforma no sólo impulsa una economía circular funcional, sino que lo hace desde un enfoque de simbiosis industrial, regeneración ambiental y vinculación multisectorial.
Es precisamente ese modelo el que ha captado el interés de los líderes brasileños. Porque mientras muchos proyectos se enfocan en resolver un problema, nosotros apostamos por rediseñar todo el ecosistema industrial. Y es ahí donde entra el programa International Urban and Regional Cooperation (IURC) de la Unión Europea, que en 2023 unió al estado de Chihuahua y al estado de Paraná para intercambiar conocimientos en sostenibilidad urbana, energía, agua y gestión de residuos.
Pero hagamos un paréntesis y analicemos un poco más a fondo los escenarios de nuestras regiones: en el tema energético, Chihuahua lidera en energía solar, mediante parques fotovoltaicos de buen nivel en América Latina, aunque aún dependemos de combustibles fósiles. Paraná, por su parte, cuenta con una matriz basada en hidroelectricidad y biocombustibles, lo que lo hace más limpio, pero también más vulnerable a sequías. El aprendizaje mutuo es evidente: Chihuahua podría avanzar hacia los biocombustibles en el agro, mientras que Paraná podría diversificar con energía solar, aprendiendo de nuestro empuje en esa transición.
En el tema hídrico, el contraste también es claro. Chihuahua enfrenta una crisis por sobreexplotación de acuíferos, mientras que Paraná cuenta con el Acuífero Guaraní y una red fluvial robusta. Además, de Paraná podemos aprender estrategias de recarga y eficiencia como las del programa Cultivando Agua Boa, mientras que nuestras herramientas de monitoreo climático pueden ser útiles para su adaptación ante cambios extremos.
En residuos, Paraná lleva la delantera con recolección selectiva y cooperativas de reciclaje. Chihuahua, por su parte, avanza en el manejo de residuos electrónicos y en nuevos modelos de economía circular industrial, aunque aún enfrenta retos estructurales. La colaboración aquí puede transformar nuestros enfoques en compostaje, biodigestión y valorización de residuos agroindustriales.
Lo que me emociona profundamente es que esta alianza que hemos forjado no se queda en el intercambio técnico: sino que abre puertas a proyectos binacionales, pilotos compartidos y políticas públicas integradas, capaces de escalar soluciones desde lo local hacia lo regional. Y, sobre todo, demuestra que América Latina puede liderar la sostenibilidad si se atreve a cooperar con inteligencia y generosidad.
En Foz de Iguazú no solo presentaremos resultados. Haremos un llamado claro: si Chihuahua, con sus desafíos hídricos, climáticos y sociales, ha logrado construir un modelo articulador y replicable, entonces Brasil puede adaptarlo con una escala e impacto inimaginables.
Porque el verdadero valor de Chihuahua Green no está solo en sus logros técnicos. Está en su capacidad de convocar actores diversos a construir juntos un nuevo modelo de desarrollo. Eso es lo que nos pone hoy en el radar internacional.
Desde el norte de México, con la vista puesta en el sur del continente, seguimos sembrando futuro. Juntos.